Crónica de Marta Raga
Fotos deJesus Camacho
La corrida de Alcurrucén vino bien presentada, bonita de hechuras y de cara y muy astifina. Y hubo de todo. De lo mejor, para Matías Tejela; y de lo peor para Alberto Aguilar, que tuvo que “bailar con la más fea”. Con el comportamiento típico del encaste, salen muy sueltos de chiqueros y mejoran en la muleta.
Pero lo mejor de la tarde corrió a cargo de Curro Díaz. Arte y entrega, sentimiento y verdad, despaciosidad, con la mano baja, arrastrando casi un tercio de la muleta por la arena, componiendo el cuerpo, con ritmo, con compás. Carísimos naturales que levantaron a la plaza de los asientos en la ovación más cerrada de la tarde. Una faena de pinturería y sabor que puso a todos de acuerdo y que le valió una oreja.
Su primero fue un toro manso, paradito y mirón al que le costaba mucho embestir y con peligro con el que no tuvo opciones.
Por su parte Matías Tejela también arrancó una oreja a su primero. Voluntarioso y animado el madrileño ante un toro que repetía al que supo hacerle las cosas. Faena larga con variedad de pases y adornos que caló en los tendidos y le valió el trofeo.
No pudo abrir la puerta grande pese a sus esfuerzos, salió con ganas el madrileño en el quinto, pero no hubo comunión con el animal y no pasó de correcto.
El peor lote con diferencia le correspondió a Alberto Aguilar. Sus dos toros fueron muy brutos que llevaban siempre la cara alta y con un peligro sordo que impidieron que el madrileño pudiera hacer otra cosa que arrimarse, tirar de casta y de valor y enseñar al público que sin material no caben los milagros.
Curro Díaz: silencio y oreja.
Matías Tejela: oreja y ovación con saludos.
Alberto Aguilar: silencio y silencio tras aviso.
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